En relación con los distintos géneros literarios, se puede decir que las adaptaciones fílmicas abarcan todos los géneros atendiendo a la necesidad. En la adaptación de las obras teatrales al cine encontramos obras que fueron llevadas al cine como El perro del hortelano por Pilar Miró, La casa de Bernarda Alba por Jaime Camino o Tirano Banderas llevada al cine por García Sánchez.
Con relación a la adaptación del discurso novelístico a la pantalla, podemos señalar una obra del Siglo de Oro El Lazarillo, Pascual Duarte de la Posguerra o el Realismo Social de Los Santos Inocentes.
Dificultades
Suele decirse que una película , más allá de las presiones comerciales, tiende a ser reconocida como arte sirviéndose del toque intelectual que le proporciona la literatura
Para resumir este punto diríamos que la adaptación de obras literarias al cine tiene la misma tradición centenaria que el séptimo arte. Y, sin embargo, cada adaptación de una obra conocida renueva la eterna polémica: se suele rechazar la película lamentando que la complejidad del texto literario haya sido despreciada por la superficialidad de las imágenes.
A la hora de plasmar las obras literarias en una película no solo se trata de haber hecho una buena lectura. La producción de la película cuenta con asesoramiento de un acreditado grupo de catedráticos y profesores de Lengua, Literatura e Historia, cuya opinión es de un valor incalculable a la hora de preparar la ambientación y la trama y hacer de estas películas un medio de divulgación de la Literatura. Para ello se siguen criterios de fidelidad al texto original; Lolita, El gatopardo, Cumbres borrascosas, Los muertos, Las normas de la casa de la sidra, Guerra y paz, Extraños en un tren, Lo que el viento se llevó…, son títulos que pueden servir para confirmar el viejo tópico que afirma que de malas novelas salen buenas películas y viceversa, o que (como dicen algunos de las mujeres) las más bellas siempre son infieles. Una de las cuestiones más debatidas y problemáticas es la de la fidelidad del guión a la obra original. Elvira Lindo comenta "Si un director compra los derechos es porque una novela le gusta y normalmente no querrá cambiarla de arriba a abajo". Añade esta escritora y guionista "Más que si estoy siendo fiel a la novela, me importa si a su autor le gustará mi adaptación o no. Yo le tengo mucho respeto a la persona que escribe un libro".
Sin embargo, son conocidos los casos de graves discrepancias entre escritores y directores. Así sucedió con Javier Marías, que vendió los derechos de su novela Todas las almas a Gracia y Elías Querejeta y acabaron en los tribunales, o al más conocido Antonio Gala, que se mostró públicamente disconforme con la película que firmó Vicente Aranda basada en su novela La pasión turca. Y es que, a pesar de que Literatura y Cine comparten muchos objetivos, las maneras de contar una historia son bien distintas. La escritora Almudena Grandes comenta "El cine todavía reproduce modelos literarios, que a lo mejor ni siquiera son literarios, sino el modelo narrativo que existe, que ha sido adoptado primero por la literatura y después por el cine". Esta escritora ya vio su novela Las edades de Lulú trasladada a las pantallas.
Según la guionista Ángeles González-Sinde, galardonada con un Goya junto a Ricardo Franco por La buena estrella, "el cine pertenece a la tradición oral, su mecanismo es más parecido al de un cuentacuentos. La dificultad estriba en que los guiones se escriben con palabras, y las palabras son sólo uno de los elementos de la película, ni siquiera el más importante. Tratamos de hablar con un lenguaje que no se habla, sino que se ve; eso es una contradicción".
Sin embargo, no siempre la Fidelidad es lo más apropiado, en el caso de El embrujo de Shanghai, es una película brillante, pero fría. Tal vez por culpa del exceso de fidelidad hacia la novela. De vez en cuando se piensa que el cine debe traicionar la obra literaria, llevarla a su terreno y proporcionarle las características fílmicas que aportan brillantez en este ámbito. No por azar, este filme cala en el espectador cuando su autor se atreve a romper esa fidelidad. Como ocurre en el tramo final y sus tres versiones de un mismo desenlace, donde Trueba afronta un desafío estilístico del que sale vencedor.
El paso del texto literario al film supone una transfiguración no sólo de los contenidos semánticos sino de las categorías temporales, las instancias enunciativas y los procesos estilísticos que producen una significación y el sentido de la obra de origen.
Al filmar una película basada en una obra literaria también hay que tener en cuenta los personajes y su personalidad. Los directores de las películas se ven sometidos a un riguroso casting en los que deben seleccionar actores que representen las características, no solo físicas, sino también psicológicas de los personajes de la obra literaria. Manuel Hidalgo hace la siguiente afirmación refiriéndose al actor que interpreta al protagonista de la película El Portero: “Carmelo es perfecto porque ha incorporado la estatura moral del héroe. El actor consigue que sintamos el dolor físico y moral que embarga a su personaje”
Al llevar una obra literaria al cine, se intenta que ésta cumpla el requisito de intertextualidad literaria, películas que no son necesariamente adaptaciones literarias pero que muestran una gran riqueza de referencias a escritores y movimientos literarios, como ejemplo cabe citar el ejemplo de Luis Buñuel y su film “Viridiana” con referencias que van desde el Barroco y la Literatura Mística hasta el Surrealismo.
Como conclusión de este apartado se puede decir que los problemas de las adaptaciones son muchos y las soluciones muchas más. Por eso, la relación existente entre literatura y cine es objeto de una polémica fascinante y abierta a todo tipo de opinión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario