La polémica entre la literatura, concebida como un arte, y el cine,
calificado de espectáculo, es igual de antigua que la primera adaptación realizada en
cine, es decir, igual de vieja que el propio cine.
De alguna manera, estas dos
disciplinas tienen un mismo objetivo: contar historias, y uno de sus elementos
básicos ha sido el mismo: la palabra. Si recordamos, el lenguaje cinematográfico
se desarrolló ante el reto de narrar con claridad una historia en un tiempo
determinado, sintetizando en una hora de proyección, cientos de páginas que
constituyen un guión.
A través de los años, hemos sido
testigos de múltiples cintas, que basadas en grandes obras de la literatura,
han evidenciado la difícil tarea de representar para la pantalla, las imágenes
literarias; esto sin duda, ha resultado en aciertos y decepciones, sin embargo,
resulta primordial reconocer, que si bien son dos medios distintos, esto no los
hace incompatibles, sino complementarios.
Hoy, del mismo modo que a principios del siglo XX, hay quienes
consideran que el cine es un modo de expresión tan nuevo que, necesariamente
debe ser diferente de la literatura, con
expresividad distinta, lenguaje diferente, que aporta nueva terminología y
enfoque al arte. Otros, por el contrario, cada vez
menos, consideran que el cine es un producto de la literatura, una nueva
expresión de ella. En cualquier caso, cine y literatura está
íntimamente unidas y condenadas a encontrarse. El cine ha recibido de la
literatura relatos, argumentos, formas y estilos. La literatura, en todo el
último siglo, va recibiendo del cine diferentes modos de mirar, una concepción
narrativa distinta, que acomoda en los autores literarios, en ocasiones, su
mirada y su estilo.
Unas veces se realiza la
adaptación de obras literarias al cine, que tiene la misma tradición centenaria que el
séptimo arte y, casi siempre renueva la eterna polémica: se suele
rechazar la película lamentando que la complejidad del texto literario haya
sido despreciada por la superficialidad de las imágenes. En ocasiones, se hace un guión -que no deja de ser una obra
literaria- exclusivamente para el cine. A veces, las menos, tras la película,
se ha escrito la obra literaria. Hay films que reproducen una época histórica
literaria determinada, o la vida de un literato, o el relato de cómo se ha
hecho una novela... El cine es rico en imaginación y cualquier idea la puede
convertir -con mayor o menor fortuna en imágenes y sonido.
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